El Premio Nobel y la decadencia europea

Nick Ravangel


La literatura norteamericana es una de las más brillantes de Occidente. En los dos breves siglos de existencia del país, los autores de calidad han ido amontonándose hasta formar legión. Sería ocioso y cansino nombrarlos, pero para quien guste informarse Revista Malabia ha nombrado a varios en sus Lecturas necesarias para entender el siglo XX núm. 61. Todavía hoy, esos ejemplos de brillantez siguen llegándonos. Sin embargo, el Premio Nobel de Literatura de este año, otorgado por la Academia sueca ha ido a parar al músico Bob Dylan.
No es mi intención quitar méritos a tan tremendo personaje, pero darle un premio así me parece una tomadura de pelo. ¿Por qué? Porque este premio, antes prestigioso, no lo consiguieron literatos como Proust, Nabokov, Kafka, Borges, Roa Bastos, Cortázar, Tolstoi, Zola, Ibsen, Valèry o Pérez Galdós entre otros. La comparación con el ganador actual es incluso ofensiva.
Hace poco un jugador de fútbol salvó la vida de un colega que se había desplomado en el campo de juego aplicándole primeros auxilios. ¿Por qué no lo consideramos para el Nobel de Medicina? O quizá, teniendo en cuenta el auge de los programas sobre gastronomía en televisión, sería interesante darle el Nobel de Química a algún conocido cocinero.
Todo esto suena disparatado, aunque lo es tanto como otorgarle el Nobel de la Paz a Obama o a la Unión Europea, como ya se ha hecho. O darle el Nobel de Economía a la escuela de Chicago y dos años después a quienes opinaban exactamente lo contrario.
La cultura de masas ha llegado a un punto intolerable. Ya no le alcanza con dedicar todos sus esfuerzos a bombardearnos desde televisión, radio, diarios y revistas con sus productos simples y entretenidos. Ahora, para colmo, se han sumado al circo instituciones que creíamos honorables e independientes.
Mientras tanto, la literatura, la verdadera, esa que al decir de Sartre (que tuvo la dignidad de rechazar el Nobel de Literatura porque se consideraba un filósofo) exige dedicación, esfuerzo y responsabilidad, ha sido abandonada miserablemente por los Estados, responsables de la cultura dentro de sus fronteras.
Estamos en manos de las multinacionales mediáticas y nos tragamos lo que les conviene. Sería hora de ir plantando cara.
Hace unos días Oliver Stone presentó su nueva película sobre Snowden en Escandinavia. Como no tiene pelos en la lengua dijo que esos países actúan al servicio de la política exterior de Estados Unidos. ¿Tendrá algo que ver el premio con esto?
Para terminar dejo un par de nombres de autores que merecerían el Nobel más que un músico y están vivos: el argentino Ricardo Piglia y la estadounidense S. E. Hinton, autora de The outsiders. Que cada uno agregue el suyo.













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