El final del neoliberalismo "progresista"

Nancy Fraser  (Publicado en 2017)

La elección de Donald Trump es una más de una serie de insubordinaciones políticas espectaculares que, en conjunto, apuntan a un colapso de la hegemonía neoliberal. Entre esas insubordinaciones, podemos mencionar, entre otras, el voto del Brexit en el Reino Unido, el rechazo de las reformas de Renzi en Italia, la campaña de Bernie Sanders para la nominación Demócrata en los EEUU y el apoyo creciente cosechado por el Frente Nacional en Francia. Aun cuando difieren en ideología y objetivos, esos motines electorales comparten un blanco común: rechazan la globalización gran-empresarial, el neoliberalismo y al establishment político que los ha promovido. En todos los casos, los votantes dicen “¡No!” a la letal combinación de austeridad, libre comercio, deuda predatoria y trabajo precario y mal pagado que resulta característica del actual capitalismo financiarizado. Sus votos son una respuesta a la crisis estructural de esta forma de capitalismo, crisis que saltó por primera vez a la vista de todos con la casi fusión del orden financiero global en 2008.

El eclipse de la ética en la actualidad


Leonardo Boff

La globalización ha mostrado los diferentes tipos de ética, según las diferencias culturales. Se ha relativizado la ética occidental, una entre tantas. Las grandes culturas de Oriente y las de los pueblos originarios han revelado que podemos ser éticos de forma muy diferente.
Por ejemplo, la cultura maya centra todo en el corazón, ya que todas las cosas nacieron del amor de los dos grandes corazones del Cielo y de la Tierra. El ideal ético es crear en todas las personas corazones sensibles, justos, transparentes y verdaderos. O la ética del “bien vivir y convivir” de los andinos, asentada en el equilibrio de todas las cosas, entre los humanos, con la naturaleza y con el universo.

Entrevista a Laurent Cantet

Laurent Cantet: "Tratamos a los jóvenes como idiotas y les miramos con desprecio"

El cineasta francés ha sido el autor de películas como Recursos humanos (1999), La clase (Entre les murs) 2008 y El taller de escritura (2017). Begoña Piña lo entrevista para Público en mayo de este año.

Parece que una de sus preocupaciones es la relación de los jóvenes de hoy con la cultura obrera, ¿es así?

Cuando terminamos ‘Recursos humanos’, quería seguir indagando justamente en eso. En La Ciotat, Robin Campillo estaba haciendo un reportaje para televisión y ahí estaba aquel cierre de astilleros que fue traumático. Pero los jóvenes estaban muy alejados de lo que había ocurrido. Entonces pensé en una historia con la que pudiera incorporarlos al pasado, pero no encontré cómo dar forma a la película. Hace unos años, tras los atentados de París, me pareció interesantísimo saber más acerca de cómo los jóvenes vivían en un mundo tan extraño como el que se les había fabricado. Uno de los fenómenos que me asusta es el no tener en cuenta a los jóvenes que están sin trabajo, sin futuro y que se convierten en víctimas muy fáciles de los extremismos.

¿Dónde están los progresistas?

James Petras

(Extracto de El informe Petras, publicado en la revista Ajoblanco-1996)


Lo asombroso respecto al destino de millones de jóvenes mal pagados y subempleados sin futuro es la indiferencia de la sociedad, incluyendo la clase media “progresista”. ¿Dónde están los progresistas? Están activos, pero lo que les interesa es el dos por ciento de “marginales”: gitanos, drogodependientes, prostitutas, inmigración, racismo, cualquier cosa menos el destino de tres millones de españoles desempleados, los jóvenes con contratos temporales y los que tratan de vivir del salario mínimo. No quiero ser malinterpretado. Por supuesto que estoy en contra del acoso sexual, la discriminación y el racismo. Pero aquí y ahora, y en la estructura de clases española, la distancia entre los problemas sociales a largo plazo y a gran escala, y las actividades de los progresistas es escandalosa.

Revolución y democracia

Boaventura de Sousa (Coimbra 1940) Sociólogo

Vengo escribiendo que uno de los desarrollos políticos más fatales de los últimos cien años ha sido la separación e incluso contradicción entre revolución y democracia como dos paradigmas de transformación social. He afirmado que este hecho es, en parte, responsable de la situación de impasse en la que nos encontramos. Mientras que a principios del siglo XX disponíamos de dos paradigmas de transformación social y los conflictos entre ellos eran intensos, hoy, a comienzos del siglo XXI, no disponemos de ninguno de ellos. La revolución no está en la agenda política y la democracia ha perdido todo el impulso reformista que tenía, habiéndose transformado en un arma del imperialismo y estando secuestrada en muchos países por antidemócratas.