Prólogo a La Nación inconclusa de Abelardo Ramos

Methol Ferré

Empecemos por sus comienzos. Cada generación, cuando irrumpe a la vida pública, tiene el sello indeleble de la circunstancia histórica de su iniciación. El primer amor, la primera gran experiencia política marca para siempre. La experiencia inaugural de Abelardo Ramos fue la guerra civil española de 1936; la nuestra fue la de 1945 con la constitución de la bipolaridad mundial USA-URSS y el surgimiento argentino del peronismo y aquí, en el Uruguay, la campaña de Herrera por la no intervención en defensa de América Latina y de Argentina; la generación siguiente de los 60 por la Revolución Cubana; hoy es la experiencia post-derrumbe de la URSS y el marxismo, quizá el MERCOSUR. No sabemos todavía sus nuevos perfiles. No es tampoco nuestra experiencia, como es obvio, ya que nos toma veteranos. El punto de partida de Abelardo fue el anarquismo, que provenía de su padre, Nicolás Ramos. Sus primeras lecturas fueron Rafael Barret y a través de él tomó contacto con la Guerra del Paraguay de la Triple Alianza y de la relación
contradictoria entre Mitre y Alberdi. El Alberdi de la historia oficial terminaba en "las Bases", pero fue el "segundo" Alberdi, el silenciado, con quien se encontró Abelardo de buenas a primeras. Todavía no sabía que del "segundo" Alberdi vendrá lo mejor de todo el revisionismo histórico. Desde Barret asumió la guerra civil española, solidario de la célebre columna de Buenaventura Durruti en la batalla de Madrid.